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domingo, 14 de octubre de 2018

DOS PALABRAS DE JESÚS (EN ARAMEO) Y LA TRANSGRESIÓN DE LA LEY


 
 


San Marcos conservó en su Evangelio dos palabras en arameo pronunciadas por Jesús cuando reprendió a los que atemorizados le escuchaban, ante el terrible peligro que suponía la transgresión de la Ley de Dios. Estas dos palabras son <KORBAN> (Mc 7, 11) y <GEENNA> (Mc 9, 43).

Recordemos que los <Diez mandamientos de la Ley de Dios> son: 1) Amarás a Dios sobre todas las cosa; 2) No tomarás el nombre de Dios en vano; 3) Santificarás las fiesta; 4) Honrarás a tu padre y a tu madre; 5) No matarás; 6) No cometerás actos impuros; 7) No hurtarás; 8) No dirás falsos testimonios ni mentirás; 9) No consentirás pensamientos ni deseos impuros; 10) No codiciarás los bienes ajenos.


Por otra, parte estos Diez mandamientos se resumen en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

La palara <GEENNA>, está relacionada en las Sagradas Escrituras con la transgresión de la Ley de Dios. Jesús nos advierte en el Nuevo Testamento, con suma claridad, sobre la maldad que acompaña a aquel o a aquello que provoca escándalo, por ende, es evidente que estamos obligados a huir del pecado, antes que cometerlo, debemos cumplir con suma exigencia las leyes de Dios, y si no lo hacemos acabaremos en la GEHENA, palabra que significa <infierno> o <fuego que no se extingue> (Mc 9, 42-50):

-Quien escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una muela de tahona y lo echen al mar.

-Y si te escandalizare tu mano, córtala: más vale que entres manco en la vida, que con las dos manos irte a la GEHENA, al fuego inextinguible, donde <su gusano no muere y su fuego no se extingue> (Is 66, 24)

-Y si tu pie te escandalizare, córtalo:

-más vale que entres cojo en la vida, que no con los dos pies ser arrojado a la GEHENA, donde, <su gusano no muere y su fuego no se extingue> (Is 66, 24)

-Y si tu ojo te escandalizare, sácalo:

-más vale que con un ojo entres en el reino de Dios que no con los dos ojos ser arrojado a la GEHENA,

-donde <su gusano no muere y su fuego no se extingue> (Is 66, 24)

-Porque todos serán salados con el fuego, y toda víctima con sal será sanada.

-Buena es la sal: más si la sal se desalase, ¿con que sazonaréis? Tened en vosotros sal, y estad en paz unos con otros.

 


Recordemos que la mayoría de los códices griegos, así como la Vulgata, después de referirse a la palabra en arameo GEHENA, sólo conservada por Marcos en su Evangelio,  añaden la referencia al texto de Isaías, y de esta forma se conseguía una mejor comprensión de las enseñanzas de Jesús.

En efecto, el último versículo del libro de Isaías es precisamente el (66, 24) y dice así:

“Entonces saldrán y verán los cadáveres de los hombres que pecaron contra mí (dice Yahveh); ciertamente su gusano no morirá, ni se extinguirá su fuego, y serán abominación para todo viviente”

El profeta habla aquí del castigo de los impíos de una forma descarnada por boca de Dios, lo que ciertamente nos pones más en guardia de lo que significa la palabra GEHENA en arameo, utilizada por Cristo para describirnos el gravísimo peligro en que nos encontramos si no cumplimos las Leyes de Dios.

Algunos al leer esta palabra puede que no la tomen en cuenta y piense que son exageraciones de los seguidores de Jesús, pero los Padres de la Iglesia no lo consideraron así en modo alguno. Ahí tenemos el ejemplo preclaro del Papa San Juan Pablo II:

“Ya ha llegado a nosotros la última fase de los tiempos (I Co 10,11) y la renovación del mundo está irrevocablemente fijada y en cierto modo, real, es anticipada en este mundo: la Iglesia, ya sobre la tierra, está adornada de verdadera santidad, aunque imperfeta. Pero hasta que no lleguen los nuevos cielos y la tierra nueva, en los que la justicia tiene su morada (2 P 3, 13), la Iglesia peregrinante, en sus Sacramentos y en sus instituciones, que pertenecen a la edad presente, lleva la imagen fugaz de este mundo, y vive entre las criaturas, que gimen y están con dolores de parto hasta ahora, suspirando por la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8, 19-22).

Hay que admitir que esta visión de la escatología estaba presente en las predicaciones tradicionales. Y se trata de una visión originaria, bíblica…

La escatología es profundamente antropológica, pero a la luz del Nuevo Testamento está sobre todo centrada en Cristo y en el Espíritu Santo, y es también, en cierto sentido, cósmica.

Nos podemos preguntar si el hombre con su vida individual, con su responsabilidad, su destino, con su personal futuro escatológico, su paraíso o su infierno o purgatorio, no acabará por perderse en esa dimensión cósmica…

Sin embargo, sí, el hombre en cierta medida está perdido, se han perdido también los predicadores, los catequistas, los educadores, porque han perdido el coraje de <amenazar con el infierno>. Y hasta quien les escucha hayan dejado de tenerle miedo.

De hecho, el hombre de la civilización actual se ha hecho poco sensible a las <cosas últimas>…
 


Así pues, la escatología se ha convertido, en cierto modo, en algo extraño al hombre contemporáneo, especialmente en nuestra civilización.

Esto no significa, sin embargo, que se haya convertido completamente extraña a <la fe en Dios  como Suprema Justicia>; la esperanza en Alguien que, al fin, diga la verdad sobre el bien y sobre el mal de los actos humanos, y premie el bien y castigue el mal.

Ningún otro, solamente Él, podrá hacerlo. Los hombres siguen teniendo esta convicción. Los horrores de la guerras pasadas, no han podido eliminarla: <Al hombre le es dado morir una sola vez, y luego el Juicio> (Heb 9, 27).

Esta convicción constituye además, en cierto sentido, un denominador común de todas las religiones monoteístas, junto a otras.

Si, el Concilio Vaticano II habla de la índole escatológica de la Iglesia peregrina, se basa también en este conocimiento.

Dios, que es justo Juez, que premia el bien y castiga el mal, es realmente el Dios de Abraham, de Isaac, de Moisés, y también de Cristo, que es Su Hijo. Este Dios es en <primer lugar Amor. No solamente Misericordia, sino Amor. No solamente Padre del hijo prodigo; también es el Padre que <da a su Hijo  para que el hombre no muera sino que tenga la vida eterna> (Jn 3, 16)”

(Cruzando el umbral de la esperanza. San Juan Pablo II. Editado por Vittorio Messori. Círculo de Lectores, S.A.; por cortesía de Plaza & Janés Editores, S. A.)

 


Ciertamente, amar a Cristo significa, como diría Papa San Juan Pablo II: <Aceptar la invitación al coloquio con Dios>

(Audiencia General del miércoles 12 de junio de 1985):

“Esta fe consciente nos predispone también a ese <dialogo de la salvación> que la Iglesia quiere establecer con todos los hombres del mundo de hoy, incluso con los no creyentes”

Desgraciadamente el ateísmo está sumamente extendido en todo el orbe, en el momento actual, por eso se hace tan difícil hablar de temas tan controvertidos como el infierno, o la <GEENNA> (en el idioma del Señor), y la pregunta que surge es por qué hemos llegado a esta situación. En la Constitución conciliar <Gaudium et Spes>, se hacía ya un análisis de esta cuestión tan importante, llegando a la conclusión de que en nuestra época la fe debe ser educada <para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer>, como condición esencial del diálogo de la salvación.

El Papa San Juan Pablo II resumía su análisis sobre el ateísmo, en la Audiencia anteriormente mencionada, asegurando que:

“Sin duda, frecuentemente se trata de una actitud pragmática que es la resultante de la negligencia o de la falta de <inquietud religiosa>. Sin embargo, casi siempre, esta actitud tiene sus raíces en  el modo de pensar de bastantes personas, especialmente de aquellas que suelen proceder del mundo científico.

Efectivamente, en estos casos, se acepta como única fuente de certeza cognoscitiva sólo la experiencia sensible (empirismo), quedando entonces excluido el acceso a toda realidad suprasensible, transcendente. Tal actitud  cognoscitiva se encuentra también  en la base de esa concepción particular que en nuestra época ha tomado el nombre de <teología de la muerte de Dios>.
Así, pues, los motivos del ateísmo y más frecuentemente aún del agnosticismo de hoy son también de naturaleza teórico-cognoscitiva, no sólo pragmática…”

 
Grave problema, sin duda, la del ateísmo en el presente siglo, como lo fue en siglos pasados, pero quizás la mayor dificultad para erradicarlo, es que se encuentra más generalizado y además adopta formas, cada vez más evidentes, que implican una lucha programada contra la religión, y especialmente contra el cristianismo.

Precisamente a este respecto, dice el Papa San Juan Pablo II (Ibid):

Teniendo en cuenta esta hostilidad, la fe debe crecer especialmente de manera  consciente, penetrante y madura, caracterizada por el profundo sentido de las responsabilidades y de amor hacia todos los hombres. La consciencia de las dificultades, de las objeciones y de las persecuciones deben despertar una disponibilidad aún más plena para dar testimonio de <nuestra esperanza> (1 Pe 3, 15)

 


Y decía bien el Santo Padre, porque aunque esta disponibilidad sea como un grano de arena en el desierto de la incredulidad, el Señor nos animó siempre con su palabra a que así la lleváramos a la práctica, poniendo de relieve en muchas ocasiones el profundo sentido de la responsabilidad y del  amor que un hombre debe hacia  los otros hombres…

Un momento en el que esto sucedió, está evidenciado en aquel pasaje de la vida de Jesús en el que reprochó a algunos hombres de su tiempo la hipocresía a la hora de cumplir con el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: <Honraras a tu padre y a tu madre>.

Durante el Ministerio de Jesús en Galilea se produjo un incidente entre Éste y los fariseos, y algunos escribas que habían llegado de Jerusalén, los cuales habían observado que algunos de los discípulos del Señor, al comer los panes, supuestamente lo hacían con las manos impuras, es decir, sin lavar (Mc 7, 5-12):
 


-Y le preguntaban los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras?

-Él les respondió: <Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí>.

- <Inútilmente me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos>.

- <Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres>.

-Y les decía: < ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición!>

- <Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre o a su madre, que sea castigado con la muerte>.

- <Vosotros,  en cambio, decís que si un hombre le dice a su padre  o a su madre: <Que sea declarada <KORBÁN> (Ofrenda), cualquier cosa que pudiera recibir de mí>,

-ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre>

- <Con ello anuláis la palabra de Dios (Quinto mandamiento de la Ley) por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido y hacéis otras muchas cosas parecidas a ésta>

 


Desde luego Jesús siempre tenía las palabras justas  para poner en evidencia el mal comportamiento de los hombres y en esta ocasión, como en otras muchas, fue así, dejó corridos de vergüenza a aquellos que se habían levantado contra el mal comportamiento  higiénico físico, podríamos decir, de los discípulos del Señor, y en cambio se olvidaban del buen comportamiento higiénico espiritual de ellos mismos.

Contravenir las Leyes de Dios, y en particular el Quinto mandamiento, es mucho más peligroso, que no lavarse las manos antes de comer, que sí, es necesario, para luchar contra los virus y las bacterias, pero por otra parte no atender bien a los padres como corresponde, con amor, implica la <GEENNA>, el fuego eterno como nos advierte la Ley de Dios, y como todo hombre lleva inscrito en su corazón, por la ley natural, aunque a veces no perciba esta realidad tan evidente…

Por eso el Señor siguió hablando a la multitud que había presenciado el incidente y les decía (Mc 7, 14-15):

“Escuchadme todos y entendedlo bien/ nada hay fuera del hombre que, que al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre son las que hacen impuro al hombre”

Y llevaba toda la razón porque la inmoralidad y  las malas acciones del hombre, en contra de la Leyes de Dios, salen del corazón del hombre y por eso son tan peligrosas, el Señor quería que esto quedara bien claro para sus discípulos, de manera que cuando entraron en la casa en la que convivían, siguió evangelizándoles con estas palabras, al darse cuenta de que algunos todavía no habían captado el significado de su parábola (Jn 7, 18-19):

“¿Así que también vosotros sois incapaces de comprender? ¿No sabéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerlo impuro?/ porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a la cloaca”

 


Y todavía para que las cosas quedaran más claras, no solo para sus discípulos, sino para el resto de los mortales a lo largo de los siglos, siguió hablando así (Mc 7, 20-23):

“<Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre/ porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios/ los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez/ Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre>”

La Transgresión de la Ley de Dios no es aconsejable, solo los insensatos, pecado en el que incurren muchos hombres y que también menciona el Señor como algo que lo hace impuro, son capaces de olvidarse de ello. Desgraciadamente en este nuevo siglo la insensatez es demasiado frecuente y da como resultado la aparición de una serie de desgracias que todos los días vemos reflejadas en los medios de comunicación: crímenes horrendos, dentro y fuera de las familias, corrupción generalizada y olvido de Dios, que es el peor de los males, porque en definitiva es el origen de todos los males…

¿Qué podemos hacer? Nos preguntamos los creyentes para paliar en lo posible tanta desgracia. El Papa San Juan Pablo II nos recuerda que no debemos venirnos a bajo por las cosas tan tremendas que están pasando, también en este nuevo siglo, porque (Ibid):


“La creación ha sido dada y confiada como tarea al hombre con el fin de que constituya para él no una fuente de sufrimiento, sino para que sea el fundamento de una existencia creativa en el mundo. Un hombre que cree en la bondad esencial de las criaturas está en condiciones de descubrir todos los secretos de la creación, de perfeccionar continuamente la obra que Dios le ha asignado. Para quien acoge la Revelación, y en particular el Evangelio no hay sitio para ningún nirvana, para ninguna apatía o resignación.

Hay, en cambio, un gran reto para perfeccionar todo lo que ha sido creado, tanto a uno mismo como al mundo. Esta alegría esencial de la creación se completa a su vez con la alegría de la Salvación, con la alegría de la Redención.

El Evangelio es en primer lugar es una alegría por la salvación del hombre. El Creador del hombre es también su Redentor. La salvación no solo se enfrenta con el mal en todas las formas de su existir en el mundo, sino que proclama la <victoria sobre el mal>. <Yo he venido al mundo>, dice Cristo (Jn 16, 33). Son palabras que tienen su plena garantía  en el Misterio Pascual, en el suceso de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

Durante la vigilia de Pascua, la Iglesia canta como transportada: <O felix culpa, quoe talem ac tantum meruit habere Redemptorem> (¡Oh feliz culpa, que nos hizo merecer un tal gran Redentor!) (Exultet)”

 

 

 

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