San Marcos conservó en su
Evangelio dos palabras en arameo pronunciadas por Jesús cuando reprendió a los
que atemorizados le escuchaban, ante el terrible peligro que suponía la
transgresión de la Ley de Dios. Estas dos palabras son <KORBAN> (Mc 7,
11) y <GEENNA> (Mc 9, 43).
Recordemos que los <Diez
mandamientos de la Ley de Dios> son: 1) Amarás a Dios sobre todas las cosa;
2) No tomarás el nombre de Dios en vano; 3) Santificarás las fiesta; 4)
Honrarás a tu padre y a tu madre; 5) No matarás; 6) No cometerás actos impuros;
7) No hurtarás; 8) No dirás falsos testimonios ni mentirás; 9) No consentirás
pensamientos ni deseos impuros; 10) No codiciarás los bienes ajenos.
Por otra, parte estos Diez mandamientos se resumen en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
La palara <GEENNA>, está
relacionada en las Sagradas Escrituras con la transgresión de la Ley de Dios.
Jesús nos advierte en el Nuevo Testamento, con suma claridad, sobre la maldad
que acompaña a aquel o a aquello que provoca escándalo, por ende, es evidente
que estamos obligados a huir del pecado, antes que cometerlo, debemos cumplir
con suma exigencia las leyes de Dios, y si no lo hacemos acabaremos en la
GEHENA, palabra que significa <infierno> o <fuego que no se
extingue> (Mc 9, 42-50):
-Quien escandalice a uno de estos
pequeñuelos que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una muela de
tahona y lo echen al mar.
-Y si te escandalizare tu mano,
córtala: más vale que entres manco en la vida, que con las dos manos irte a la
GEHENA, al fuego inextinguible, donde <su gusano no muere y su fuego no se
extingue> (Is 66, 24)
-Y si tu pie te escandalizare,
córtalo:
-más vale que entres cojo en la
vida, que no con los dos pies ser arrojado a la GEHENA, donde, <su gusano no
muere y su fuego no se extingue> (Is 66, 24)
-Y si tu ojo te escandalizare, sácalo:
-más vale que con un ojo entres
en el reino de Dios que no con los dos ojos ser arrojado a la GEHENA,
-donde <su gusano no muere y
su fuego no se extingue> (Is 66, 24)
-Porque todos serán salados con
el fuego, y toda víctima con sal será sanada.
-Buena es la sal: más si la sal
se desalase, ¿con que sazonaréis? Tened en vosotros sal, y estad en paz unos
con otros.
Recordemos que la mayoría de los
códices griegos, así como la Vulgata, después de referirse a la palabra en
arameo GEHENA, sólo conservada por Marcos en su Evangelio, añaden la referencia al texto de Isaías, y de
esta forma se conseguía una mejor comprensión de las enseñanzas de Jesús.
En efecto, el último versículo
del libro de Isaías es precisamente el (66, 24) y dice así:
“Entonces saldrán y verán los
cadáveres de los hombres que pecaron contra mí (dice Yahveh); ciertamente su
gusano no morirá, ni se extinguirá su fuego, y serán abominación para todo
viviente”
El profeta habla aquí del castigo
de los impíos de una forma descarnada por boca de Dios, lo que ciertamente nos
pones más en guardia de lo que significa la palabra GEHENA en arameo, utilizada
por Cristo para describirnos el gravísimo peligro en que nos encontramos si no
cumplimos las Leyes de Dios.
Algunos al leer esta palabra puede
que no la tomen en cuenta y piense que son exageraciones de los seguidores de
Jesús, pero los Padres de la Iglesia no lo consideraron así en modo alguno. Ahí
tenemos el ejemplo preclaro del Papa San Juan Pablo II:
“Ya ha llegado a nosotros la
última fase de los tiempos (I Co 10,11) y la renovación del mundo está
irrevocablemente fijada y en cierto modo, real, es anticipada en este mundo: la
Iglesia, ya sobre la tierra, está adornada de verdadera santidad, aunque
imperfeta. Pero hasta que no lleguen los nuevos cielos y la tierra nueva, en
los que la justicia tiene su morada (2 P 3, 13), la Iglesia peregrinante, en
sus Sacramentos y en sus instituciones, que pertenecen a la edad presente,
lleva la imagen fugaz de este mundo, y vive entre las criaturas, que gimen y
están con dolores de parto hasta ahora, suspirando por la manifestación de los
hijos de Dios (Rm 8, 19-22).
Hay que admitir que esta visión
de la escatología estaba presente en las predicaciones tradicionales. Y se
trata de una visión originaria, bíblica…
La escatología es profundamente
antropológica, pero a la luz del Nuevo Testamento está sobre todo centrada en
Cristo y en el Espíritu Santo, y es también, en cierto sentido, cósmica.
Nos podemos preguntar si el
hombre con su vida individual, con su responsabilidad, su destino, con su
personal futuro escatológico, su paraíso o su infierno o purgatorio, no acabará
por perderse en esa dimensión cósmica…
Sin embargo, sí, el hombre en
cierta medida está perdido, se han perdido también los predicadores, los
catequistas, los educadores, porque han perdido el coraje de <amenazar con
el infierno>. Y hasta quien les escucha hayan dejado de tenerle miedo.
De hecho, el hombre de la
civilización actual se ha hecho poco sensible a las <cosas últimas>…
Así pues, la escatología se ha convertido, en cierto modo, en algo extraño al hombre contemporáneo, especialmente en nuestra civilización.
Esto no significa, sin embargo,
que se haya convertido completamente extraña a <la fe en Dios como Suprema Justicia>; la esperanza en
Alguien que, al fin, diga la verdad sobre el bien y sobre el mal de los actos
humanos, y premie el bien y castigue el mal.
Ningún otro, solamente Él, podrá
hacerlo. Los hombres siguen teniendo esta convicción. Los horrores de la
guerras pasadas, no han podido eliminarla: <Al hombre le es dado morir una
sola vez, y luego el Juicio> (Heb 9, 27).
Esta convicción constituye
además, en cierto sentido, un denominador común de todas las religiones
monoteístas, junto a otras.
Si, el Concilio Vaticano II habla
de la índole escatológica de la Iglesia peregrina, se basa también en este
conocimiento.
Dios, que es justo Juez, que
premia el bien y castiga el mal, es realmente el Dios de Abraham, de Isaac, de
Moisés, y también de Cristo, que es Su Hijo. Este Dios es en <primer lugar
Amor. No solamente Misericordia, sino Amor. No solamente Padre del hijo
prodigo; también es el Padre que <da a su Hijo para que el hombre no muera sino que tenga la
vida eterna> (Jn 3, 16)”
(Cruzando el umbral de la
esperanza. San Juan Pablo II. Editado por Vittorio Messori. Círculo de
Lectores, S.A.; por cortesía de Plaza & Janés Editores, S. A.)
Ciertamente, amar a Cristo
significa, como diría Papa San Juan Pablo II: <Aceptar la invitación al
coloquio con Dios>
(Audiencia General del miércoles
12 de junio de 1985):
“Esta fe consciente nos
predispone también a ese <dialogo de la salvación> que la Iglesia quiere
establecer con todos los hombres del mundo de hoy, incluso con los no
creyentes”
Desgraciadamente el ateísmo está
sumamente extendido en todo el orbe, en el momento actual, por eso se hace tan
difícil hablar de temas tan controvertidos como el infierno, o la
<GEENNA> (en el idioma del Señor), y la pregunta que surge es por qué
hemos llegado a esta situación. En la Constitución conciliar <Gaudium et
Spes>, se hacía ya un análisis de esta cuestión tan importante, llegando a
la conclusión de que en nuestra época la fe debe ser educada <para poder
percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer>, como condición
esencial del diálogo de la salvación.
El Papa San Juan Pablo II resumía
su análisis sobre el ateísmo, en la Audiencia anteriormente mencionada,
asegurando que:
“Sin duda, frecuentemente se
trata de una actitud pragmática que es la resultante de la negligencia o de la
falta de <inquietud religiosa>. Sin embargo, casi siempre, esta actitud
tiene sus raíces en el modo de pensar de
bastantes personas, especialmente de aquellas que suelen proceder del mundo
científico.
Efectivamente, en estos casos, se
acepta como única fuente de certeza cognoscitiva sólo la experiencia sensible
(empirismo), quedando entonces excluido el acceso a toda realidad
suprasensible, transcendente. Tal actitud
cognoscitiva se encuentra también
en la base de esa concepción particular que en nuestra época ha tomado
el nombre de <teología de la muerte de Dios>.
Así, pues, los motivos del
ateísmo y más frecuentemente aún del agnosticismo de hoy son también de
naturaleza teórico-cognoscitiva, no sólo pragmática…”Grave problema, sin duda, la del ateísmo en el presente siglo, como lo fue en siglos pasados, pero quizás la mayor dificultad para erradicarlo, es que se encuentra más generalizado y además adopta formas, cada vez más evidentes, que implican una lucha programada contra la religión, y especialmente contra el cristianismo.
Precisamente a este respecto,
dice el Papa San Juan Pablo II (Ibid):
Teniendo en cuenta esta
hostilidad, la fe debe crecer especialmente de manera consciente, penetrante y madura,
caracterizada por el profundo sentido de las responsabilidades y de amor hacia
todos los hombres. La consciencia de las dificultades, de las objeciones y de
las persecuciones deben despertar una disponibilidad aún más plena para dar
testimonio de <nuestra esperanza> (1 Pe 3, 15)
Y decía bien el Santo Padre,
porque aunque esta disponibilidad sea como un grano de arena en el desierto de
la incredulidad, el Señor nos animó siempre con su palabra a que así la
lleváramos a la práctica, poniendo de relieve en muchas ocasiones el profundo
sentido de la responsabilidad y del amor
que un hombre debe hacia los otros
hombres…
Un momento en el que esto
sucedió, está evidenciado en aquel pasaje de la vida de Jesús en el que
reprochó a algunos hombres de su tiempo la hipocresía a la hora de cumplir con
el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: <Honraras a tu padre y a tu
madre>.
Durante el Ministerio de Jesús en
Galilea se produjo un incidente entre Éste y los fariseos, y algunos escribas
que habían llegado de Jerusalén, los cuales habían observado que algunos de los
discípulos del Señor, al comer los panes, supuestamente lo hacían con las manos
impuras, es decir, sin lavar (Mc 7, 5-12):
-Y le preguntaban los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los mayores, sino que comen el pan con manos impuras?
-Él les respondió: <Bien
profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me
honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí>.
- <Inútilmente me dan culto,
mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos>.
- <Abandonando el mandamiento
de Dios, retenéis la tradición de los hombres>.
-Y les decía: < ¡Qué bien
anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición!>
- <Porque Moisés dijo: Honra a
tu padre y a tu madre. Y el que maldiga a su padre o a su madre, que sea
castigado con la muerte>.
- <Vosotros, en cambio, decís que si un hombre le dice a
su padre o a su madre: <Que sea
declarada <KORBÁN> (Ofrenda), cualquier cosa que pudiera recibir de
mí>,
-ya no le permitís hacer nada por
el padre o por la madre>
- <Con ello anuláis la palabra
de Dios (Quinto mandamiento de la Ley) por vuestra tradición, que vosotros
mismos habéis establecido y hacéis otras muchas cosas parecidas a ésta>
Desde luego Jesús siempre tenía
las palabras justas para poner en
evidencia el mal comportamiento de los hombres y en esta ocasión, como en otras
muchas, fue así, dejó corridos de vergüenza a aquellos que se habían levantado
contra el mal comportamiento higiénico
físico, podríamos decir, de los discípulos del Señor, y en cambio se olvidaban
del buen comportamiento higiénico espiritual de ellos mismos.
Contravenir las Leyes de Dios, y
en particular el Quinto mandamiento, es mucho más peligroso, que no lavarse las
manos antes de comer, que sí, es necesario, para luchar contra los virus y las
bacterias, pero por otra parte no atender bien a los padres como corresponde,
con amor, implica la <GEENNA>, el fuego eterno como nos advierte la Ley
de Dios, y como todo hombre lleva inscrito en su corazón, por la ley natural,
aunque a veces no perciba esta realidad tan evidente…
Por eso el Señor siguió hablando
a la multitud que había presenciado el incidente y les decía (Mc 7, 14-15):
“Escuchadme todos y entendedlo bien/
nada hay fuera del hombre que, que al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las
cosas que salen del hombre son las que hacen impuro al hombre”
Y llevaba toda la razón porque la
inmoralidad y las malas acciones del
hombre, en contra de la Leyes de Dios, salen del corazón del hombre y por eso
son tan peligrosas, el Señor quería que esto quedara bien claro para sus
discípulos, de manera que cuando entraron en la casa en la que convivían,
siguió evangelizándoles con estas palabras, al darse cuenta de que algunos
todavía no habían captado el significado de su parábola (Jn 7, 18-19):
“¿Así que también vosotros sois
incapaces de comprender? ¿No sabéis que todo lo que entra en el hombre desde
fuera no puede hacerlo impuro?/ porque no entra en su corazón, sino en el
vientre, y va a la cloaca”
Y todavía para que las cosas
quedaran más claras, no solo para sus discípulos, sino para el resto de los
mortales a lo largo de los siglos, siguió hablando así (Mc 7, 20-23):
“<Lo que sale del hombre es lo
que hace impuro al hombre/ porque del interior del corazón de los hombres
proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios/
los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la
deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez/ Todas
estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre>”
La Transgresión de la Ley de Dios
no es aconsejable, solo los insensatos, pecado en el que incurren muchos
hombres y que también menciona el Señor como algo que lo hace impuro, son
capaces de olvidarse de ello. Desgraciadamente en este nuevo siglo la
insensatez es demasiado frecuente y da como resultado la aparición de una serie
de desgracias que todos los días vemos reflejadas en los medios de
comunicación: crímenes horrendos, dentro y fuera de las familias, corrupción
generalizada y olvido de Dios, que es el peor de los males, porque en
definitiva es el origen de todos los males…
¿Qué podemos hacer? Nos
preguntamos los creyentes para paliar en lo posible tanta desgracia. El Papa
San Juan Pablo II nos recuerda que no debemos venirnos a bajo por las cosas tan
tremendas que están pasando, también en este nuevo siglo, porque (Ibid):
“La creación ha sido dada y confiada como tarea al hombre con el fin de que constituya para él no una fuente de sufrimiento, sino para que sea el fundamento de una existencia creativa en el mundo. Un hombre que cree en la bondad esencial de las criaturas está en condiciones de descubrir todos los secretos de la creación, de perfeccionar continuamente la obra que Dios le ha asignado. Para quien acoge la Revelación, y en particular el Evangelio no hay sitio para ningún nirvana, para ninguna apatía o resignación.
Hay, en cambio, un gran reto para
perfeccionar todo lo que ha sido creado, tanto a uno mismo como al mundo. Esta
alegría esencial de la creación se completa a su vez con la alegría de la
Salvación, con la alegría de la Redención.
El Evangelio es en primer lugar
es una alegría por la salvación del hombre. El Creador del hombre es también su
Redentor. La salvación no solo se enfrenta con el mal en todas las formas de su
existir en el mundo, sino que proclama la <victoria sobre el mal>. <Yo
he venido al mundo>, dice Cristo (Jn 16, 33). Son palabras que tienen su
plena garantía en el Misterio Pascual,
en el suceso de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Durante la vigilia de Pascua, la
Iglesia canta como transportada: <O felix culpa, quoe talem ac tantum meruit
habere Redemptorem> (¡Oh feliz culpa, que nos hizo merecer un tal gran
Redentor!) (Exultet)”
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