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domingo, 14 de octubre de 2018

JESÚS DIJO: YO OS ENVIO COMO OVEJAS EN MEDIO DE LOBOS


 
 
 
 
Así decía el Señor a sus Apóstoles durante la predicación en Galilea cuando les daba instrucciones para las futuras misiones que habían de desarrollar en su ausencia, una vez que él hubiera vuelto al Padre (Mt 10, 16-18):

-Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.

-Recataos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán;

-seréis llevados por mi causa a los gobernadores y reyes, para que sirva de testimonio a ellos y a los gentiles

Con estas palabras Jesús está anunciado a sus seguidores, de todos los tiempos, el atributo de la evangelización a realizar, que no es otro que <el rechazo>. En efecto, como explicaba el Papa Francisco en su Audiencia General del 28 de junio de 2017:

“Cuando, en el Evangelio, Jesús invita a los discípulos en misión, no les ilusiona con espejismos de éxito fácil; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios conlleva siempre una oposición. Y usa también una expresión extrema: <Seréis odiados –odiados de todos- por causa de mi nombre (Mt 10, 22).

Los cristianos aman, pero no siempre son amados. Desde el principio Jesús les pone frente a la realidad: de manera más o menos fuerte, la confesión de la fe acaece en un clima de hostilidad…”

 


Ciertamente se puede decir sin exagerar que casi siempre la misión evangelizadora de los creyentes ha sido acogida con un explícito rechazo, y a veces hasta con violencia, sobre todo cuando el tema tratado ha tenido que ver con la moralidad y las buenas costumbres de los seres humanos. Y ahí es donde se ha demostrado la verdadera fuerza del Mensaje de Cristo, a través de su Iglesia.

Como recordaba en su día el Papa San Juan Pablo II:

“La fuerza de la Iglesia en Oriente y en Occidente, a través de los siglos, está en el testimonio de los santos, de los que de la verdad de Cristo han hecho su propia verdad, de los que han seguido el camino que es Él mismo, que han vivido la vida que brota de Él en el Espíritu Santo. Y nunca han faltado estos santos a la Iglesia, en Oriente y en Occidente. Los santos en gran parte han sido mártires…”

(Cruzando el umbral de la esperanza; Papa San Juan Pablo II; Círculo de Lectores; Licencia editorial por cortesía de Plaza & Janés Editores, S.A. 1994)

 

Sí, como también recordaba el Papa Francisco, los hombres y mujeres que creen en Cristo y su Mensaje, normalmente viven <contracorriente> y ello es hasta cierto punto normal, ya que en el mundo actúa el maligno (lo saben bien los exorcistas de la Iglesia), acosando al hombre para que deje el camino de la virtud y siga el de la corrupción:

“El mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en varias maneras de egoísmo y de injusticia, quien sigue a Cristo, camina en dirección contraria. No por espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús” (Ibid)

 

¿Y cuáles son estas indicaciones? Podríamos preguntarnos los creyentes de este siglo, habida cuenta del confusionismo existente en las sociedades de hoy en día, especialmente en lo referente a la integridad y a la ética…

Desgraciadamente en los últimos siglos las corrientes del saber y de la transmisión se han ido alejando paulatinamente de aquellos principios que hicieron del mundo un lugar en el universo especialmente habitable para los pueblos. Siempre hubo confrontaciones entre los hombres, por el poder y por el dinero, también por los ideales, pero nunca tan terribles como en los dos pasados siglos, donde tuvieron lugar,  dos  guerras mundiales…

Es por eso, que entre los santos de los últimos siglos abundan los mártires. Así  lo recordaba el Papa San Juan Pablo II (Ibid):

“Los santos del siglo XX han sido en gran parte  mártires… Baste recordar  las figuras del padre Maximiliano Kolbe y de Edith Stein... En el éste de Europa es enorme el ejército de los santos mártires, especialmente ortodoxos…

Ésta es la gran multitud de los que, como se dice en el Apocalipsis, <siguen al Cordero>. Ellos completaron con su martirio el testimonio de redención de Cristo, y al mismo tiempo, están en la base de un mundo nuevo, de una nueva civilización…”

 


Sí, esta es la gran multitud de los que siguen al Cordero, Jesucristo, de aquellos que <en su boca no se halló mentira: son irreprochables> tal como podemos leer en el libro del Apocalipsis de san Juan (Ap 14, 4-5):

-Estos son los que no se mancillaron con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Éstos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero;

-y no se halló mentira en su boca: no tienen mancha (son irreprochables)

Fue a finales del reinado del emperador romano Domiciano (primer siglo), cuando san Juan Evangelista, encontrándose relegado a la isla de Patmos por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús, tuvo una serie de visiones que le llevó a escribir este libro, el cual podría  haber sido destinado a las Iglesias del Asia proconsular.

Revelación de Jesucristo: tal es el título con que san Juan designó a su Apocalipsis. Y en verdad que se trata de un título muy adecuado ya que Cristo es, el objetivo primario y central de la revelación suministrada en las visiones del apóstol. Se trata sin duda de un mensaje difícil de descifrar, se trata de la Palabra de Dios en su total inmensidad y omnipotencia, pero leído con fe, esperanza y caridad, en lugar de llevarnos a aberraciones y dislates sin fin, puede iluminar nuestro espíritu y llenar el corazón de amor al Creador, y esperanza en Él, en medio de las tribulaciones de este mundo.

Las visiones del Apocalipsis no son una ficción literaria, como ocurre en otros libros, no inspirados por el Espíritu Santo, sino que se trata de visiones sobrenaturales que realmente tuvo el apóstol del Señor. La <multitud que sigue al Cordero> aparece en el <Ciclo de las siete esferas>, en el que san Juan relata su visión del Cordero en el monte Sión, y  la muchedumbre innumerable de los bienaventurados representan en forma simbólica  la universalidad de los elegidos (Ap 14, 1-3):

-Entonces, en la visión, el Cordero estaba en pie en el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre de él y el nombre de su Padre.

-Y oí una voz del cielo, semejante al ruido de muchas aguas y al estruendo de un gran trueno. La voz que oí era como el canto de citaristas que tañían sus citaras,

-cantando un cantico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres y de los ancianos. Y ninguno podía aprender el cántico más que aquellos ciento cuanta y cuatro mil, que fueron rescatados de la tierra.

 


Como aseguraba  Juan Pablo II, refiriéndose a este pasaje de Apocalipsis, <ellos completaron con su martirio el testimonio de redención de Cristo, y al mismo tiempo, están en la base de un mundo nuevo, de una nueva civilización…>, y  como ha advertido el Papa Francisco, no se trata de personas solamente del pasado de la historia de la humanidad porque: La persecución de los cristianos no es un hecho que pertenece al pasado, a los albores del cristianismo. Es una triste realidad de nuestros días. Más aún, hay más mártires hoy, que en los primeros tiempos de la Iglesia (Papa Francisco. Misa Matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae; martes 4 de marzo de 2014):

“La vida cristiana no es <una ventaja comercial>, sino sencillamente es seguir a Jesús. Cuando seguimos a Jesús, sucede esto. Pensemos si tenemos dentro de nosotros la voluntad de ser valientes en el testimonio de Jesús…Pesemos también, nos hará bien, en los numerosos hermanos y hermanas que hoy no pueden rezar juntos porque son perseguidos, no pueden tener el libro de los Evangelios o una Biblia porque son perseguidos. Pensemos en estos hermanos y hermanas que no pueden ir a misa porque está prohibido…Esto sucede hoy. De ahí la invitación: ¿Estoy dispuesto a  llevar la cruz como Jesús, a soportar persecuciones para dar testimonio de Jesús, como hacen estos hermanos y hermanas que hoy son humillados y  perseguidos? Este pensamiento nos hará bien a todos”

 


Muchas veces decimos que sí, que estamos dispuestos a llevar nuestra cruz tomando ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, pero que difícil resulta en un ambiente tan secularizado donde el paganismo lo ocupa todo en nuestra existencia. Debemos pues tomar conciencia de los consejos de nuestro actual Pontífice,  el  Papa Francisco, pesemos en esos miles de hermanos y hermanas que sufren persecución e incluso martirio en distintas partes del mundo...

Proclamar el Mensaje de Cristo y dar testimonio de su sacrificio por la salvación de la humanidad constituyen los objetivos primordiales de su Iglesia, si no lo hiciéramos así los católicos, estaríamos adulterando el sentido de la misma y esto lo comprendieron desde el inicio los primeros cristianos.

Ahí tenemos el primer ejemplo supremo dado por san Esteban el protomártir, recogido en el libro de los <Hechos de los apóstoles> de san Lucas. San Esteban fue tomado por los discípulos del Señor como diácono junto a otro seis para que ayudaran en las tareas de la comunidad, tanto de forma material como espiritual, ya que ésta iba creciendo a un buen ritmo y era necesaria sabia nueva, que aportara nuevos ánimos y consejos a sus componentes.

San Esteban pronto se mostró como un gran predicador, y por su humildad y ejemplo de vida era, si cabe, más respetado entre los componentes de la Iglesia primitiva, y ello provocó la envidia y el recelo de los jefes de los judíos, que le querían provocar con la idea de acusarle de falsos testimonios y ajusticiarlo.

Al fin esto tuvo lugar, pero antes le permitieron que diera su versión de los hechos y él lleno del Espíritu Santo los puso en evidencia, y durante su alegato él les hablaba así (Hch  7, 51-58):

-¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazones y de oídos! Vosotros siempre chocáis contra el Espíritu Santo; como vuestros padres, también vosotros.

-¿Qué profeta hubo a quien no persiguiesen vuestros padres? Y mataron a los que de antemano anunciaron el advenimiento del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis traidores y asesinos;

-vosotros, que recibisteis la ley como ordenanzas de ángeles, y no la guardasteis.

-Oyendo estas cosas se partían de rabia sus corazones y rechinaban sus dientes contra él.

-Más como estuviera lleno del Espíritu Santo, clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios,

-y dijo: <He aquí que contemplo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios>

-Y gritando a grandes voces, se taparon los oídos, y se precipitaron todos con un mismo furor contra él;

-y habiéndole sacado a empellones fuera de la ciudad, le apedreaban. Y los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo

 


Observamos, al repasar estos versículos del libro de los Hechos, que los que escuchaban el alegato de san Esteban solo se sublevaron y rabiaron cuando el santo recordó al Hijo del hombre y dijo ver a Éste y  la gloria de Dios. Parece que  les enfureció más que  los posibles ultrajes verbales, de Esteban, hacia sus antepasados, el hecho de escuchar hablar de Cristo y de la gloria de Dios. Es una situación psicología del odio furibundo de ciertos hombres,  contra el amor entrañable de Dios hacia sus criaturas, fruto sin duda de la acción del maligno.

Como enseñaba el Papa Francisco, refiriendo a este pasaje del Nuevo Testamento, durante la misa que  celebraba en la capilla de Santa Marta el 6 de mayo de 2014:

“Este odio había sido sembrado en el corazón por el diablo. Es el odio del demonio contra Cristo…Precisamente en el martirio se ve claramente esta lucha entre Dios y el demonio. Se ve en este odio.

No era una discusión serena…ser perseguidos, ser mártires, dar la vida por Jesús es una de las bienaventuranzas…Tanto que, Jesús no dijo a los suyos: <Pobrecillos si os suceden estas cosas>. No, Él dijo: <Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. ¡Alegraos!...

El demonio no puede soportar la santidad de la Iglesia…suscitó odio en el corazón de esas personas, para perseguir, para insultar, para calumniar. Y así mataron a Esteban, el cual murió como Jesús, perdonando”

 Es éste, un acontecimiento verdaderamente importante para la Iglesia de Cristo, por eso, el día siguiente a la Navidad, la liturgia nos quiere recordar desde antiguo, el <nacimiento para el cielo> del primer mártir, san Esteban.

 
El Papa Benedicto XVI, en el Ángelus del 26 de diciembre de año 2007  aseguraba que:

“El profundo vínculo que une a Cristo con su primer mártir, es la caridad divina: el mismo amor que impulsó al Hijo de Dios a abajarse y hacerse obediente hasta la muerte de cruz, impulsó después a los apóstoles y a los mártires a dar la vida por el Evangelio.

Conviene poner siempre esta característica distintiva del martirio cristiano: es exclusivamente un acto de amor a Dios y a los hombres, incluidos los perseguidores…

¡Cuántos hijos e hijas de la Iglesia, han seguido este ejemplo! Desde la primera persecución de Jerusalén, pasando por las de los emperadores romanos, hasta las multitudes de mártires de nuestros tiempos. En efecto, también hoy, desde diversos lugares del mundo, con frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos, religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles  del Evangelio. A veces se sufre y se muere también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa.

En la encíclica <Spe salvi>, recordando la experiencia del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin (que murió en el año 1857), puse de relieve que el sufrimiento se transforma en alegría mediante la fuerza de la esperanza que brota de la fe”

 


Extraordinario el ejemplo dado por este santo varón, presbítero vietnamita, que fue canonizado por el Papa san Juan Pablo II, junto con otros santos del mismo país, el 19 de junio de 1988. Sufrió muerte por martirio (decapitación) por ser cristiano y sacerdote en Vinh-Tri el 6 de abril de 1857.

Como él otros miles y miles de hombres y mujeres (una multitud como se dice en el Apocalipsis de san Juan) han dado y siguen dado la vida por Cristo y su Mensaje…

Tal como el Señor advirtió a sus apóstoles se siguen cumpliendo sus palabras a lo largo de los siglos: “Yo os envío como ovejas en medio de lobos”

En este sentido, el Papa Francisco en su Audiencia General del 28 de junio de 2017, mencionada anteriormente, aseguraba que:

“En  los tiempos de dificultad, se debe creer que Jesús está delante de nosotros, y no cesa de acompañar a sus discípulos. La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada la lucha? Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando en haber sido abandonado.

Jesús nos tranquiliza diciendo: <Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados> (Mt 10, 30). Como diciendo, que ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguro nos protege y en su día donará su recompensa.

Efectivamente, en medio de nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las artimañas del maligno, que los entramados oscuros, que quien se lucra con el dolor de los desamparados…”

 



Hermosas palabras de nuestro actual Pontífice que ponen en evidencia el amor y la justicia divina presente entre los hombres desde su creación, desde el primer crimen efectuado por (Caín), contra su hermano (Abel), por eso no recaemos en la desesperanza y recordamos qué como diría el Papa Benedicto XVI <la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre> y esto es válido, no solo para el individuo, sino también para la sociedad (Spe Salvi):

“Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana…

La capacidad de aceptar el sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia es constitutiva  de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva, cuando mi bienestar, mi incolumidad, es más importante que la verdad y la justicia entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reinan la violencia y la mentira.

La verdad y la justicia han de estar por encima de mi comodidad e incolumidad física, de otro modo mi propia vida  se convierte en mentira”

 


                   

               

 

 

 

 

 

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