Así decía el Señor a sus
Apóstoles durante la predicación en Galilea cuando les daba instrucciones para
las futuras misiones que habían de desarrollar en su ausencia, una vez que él
hubiera vuelto al Padre (Mt 10, 16-18):
-Mirad, yo os envío como ovejas
en medio de lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como
las palomas.
-Recataos de los hombres, porque
os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán;
-seréis llevados por mi causa a
los gobernadores y reyes, para que sirva de testimonio a ellos y a los gentiles
Con estas palabras Jesús está
anunciado a sus seguidores, de todos los tiempos, el atributo de la
evangelización a realizar, que no es otro que <el rechazo>. En efecto,
como explicaba el Papa Francisco en su Audiencia General del 28 de junio de
2017:
“Cuando, en el Evangelio, Jesús
invita a los discípulos en misión, no les ilusiona con espejismos de éxito
fácil; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios
conlleva siempre una oposición. Y usa también una expresión extrema: <Seréis
odiados –odiados de todos- por causa de mi nombre (Mt 10, 22).
Los cristianos aman, pero no
siempre son amados. Desde el principio Jesús les pone frente a la realidad: de
manera más o menos fuerte, la confesión de la fe acaece en un clima de
hostilidad…”
Ciertamente se puede decir sin
exagerar que casi siempre la misión evangelizadora de los creyentes ha sido
acogida con un explícito rechazo, y a veces hasta con violencia, sobre todo
cuando el tema tratado ha tenido que ver con la moralidad y las buenas
costumbres de los seres humanos. Y ahí es donde se ha demostrado la verdadera
fuerza del Mensaje de Cristo, a través de su Iglesia.
Como recordaba en su día el Papa
San Juan Pablo II:
“La fuerza de la Iglesia en
Oriente y en Occidente, a través de los siglos, está en el testimonio de los
santos, de los que de la verdad de Cristo han hecho su propia verdad, de los
que han seguido el camino que es Él mismo, que han vivido la vida que brota de
Él en el Espíritu Santo. Y nunca han faltado estos santos a la Iglesia, en
Oriente y en Occidente. Los santos en gran parte han sido mártires…”
(Cruzando el umbral de la
esperanza; Papa San Juan Pablo II; Círculo de Lectores; Licencia editorial por
cortesía de Plaza & Janés Editores, S.A. 1994)
Sí, como también recordaba el
Papa Francisco, los hombres y mujeres que creen en Cristo y su Mensaje, normalmente
viven <contracorriente> y ello es hasta cierto punto normal, ya que en el
mundo actúa el maligno (lo saben bien los exorcistas de la Iglesia), acosando
al hombre para que deje el camino de la virtud y siga el de la corrupción:
“El mundo está marcado por el
pecado, que se manifiesta en varias maneras de egoísmo y de injusticia, quien
sigue a Cristo, camina en dirección contraria. No por espíritu polémico, sino
por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y
se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús” (Ibid)
¿Y cuáles son estas indicaciones?
Podríamos preguntarnos los creyentes de este siglo, habida cuenta del
confusionismo existente en las sociedades de hoy en día, especialmente en lo
referente a la integridad y a la ética…
Desgraciadamente en los últimos
siglos las corrientes del saber y de la transmisión se han ido alejando paulatinamente
de aquellos principios que hicieron del mundo un lugar en el universo
especialmente habitable para los pueblos. Siempre hubo confrontaciones entre
los hombres, por el poder y por el dinero, también por los ideales, pero nunca
tan terribles como en los dos pasados siglos, donde tuvieron lugar, dos guerras mundiales…
Es por eso, que entre los santos
de los últimos siglos abundan los mártires. Así lo recordaba el Papa San Juan Pablo II (Ibid):
“Los santos del siglo XX han sido
en gran parte mártires… Baste recordar las figuras del padre Maximiliano Kolbe y de
Edith Stein... En el éste de Europa es enorme el ejército de los santos
mártires, especialmente ortodoxos…
Ésta es la gran multitud de los
que, como se dice en el Apocalipsis, <siguen al Cordero>. Ellos
completaron con su martirio el testimonio de redención de Cristo, y al mismo
tiempo, están en la base de un mundo nuevo, de una nueva civilización…”
Sí, esta es la gran multitud de
los que siguen al Cordero, Jesucristo, de aquellos que <en su boca no se
halló mentira: son irreprochables> tal como podemos leer en el libro del
Apocalipsis de san Juan (Ap 14, 4-5):
-Estos son los que no se
mancillaron con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al
Cordero dondequiera que vaya. Éstos han sido rescatados de entre los hombres
como primicias para Dios y para el Cordero;
-y no se halló mentira en su
boca: no tienen mancha (son irreprochables)
Fue a finales del reinado del
emperador romano Domiciano (primer siglo), cuando san Juan Evangelista,
encontrándose relegado a la isla de Patmos por la Palabra de Dios y el
testimonio de Jesús, tuvo una serie de visiones que le llevó a escribir este
libro, el cual podría haber sido
destinado a las Iglesias del Asia proconsular.
Revelación de Jesucristo: tal es
el título con que san Juan designó a su Apocalipsis. Y en verdad que se trata
de un título muy adecuado ya que Cristo es, el objetivo primario y central de
la revelación suministrada en las visiones del apóstol. Se trata sin duda de un
mensaje difícil de descifrar, se trata de la Palabra de Dios en su total inmensidad
y omnipotencia, pero leído con fe, esperanza y caridad, en lugar de llevarnos a
aberraciones y dislates sin fin, puede iluminar nuestro espíritu y llenar el
corazón de amor al Creador, y esperanza en Él, en medio de las tribulaciones de
este mundo.
Las visiones del Apocalipsis no
son una ficción literaria, como ocurre en otros libros, no inspirados por el
Espíritu Santo, sino que se trata de visiones sobrenaturales que realmente tuvo
el apóstol del Señor. La <multitud que sigue al Cordero> aparece en el
<Ciclo de las siete esferas>, en el que san Juan relata su visión del
Cordero en el monte Sión, y la
muchedumbre innumerable de los bienaventurados representan en forma simbólica la universalidad de los elegidos (Ap 14, 1-3):
-Entonces, en la visión, el
Cordero estaba en pie en el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil,
que llevaban escrito en la frente el nombre de él y el nombre de su Padre.
-Y oí una voz del cielo, semejante
al ruido de muchas aguas y al estruendo de un gran trueno. La voz que oí era
como el canto de citaristas que tañían sus citaras,
-cantando un cantico nuevo
delante del trono y delante de los cuatro seres y de los ancianos. Y ninguno
podía aprender el cántico más que aquellos ciento cuanta y cuatro mil, que
fueron rescatados de la tierra.
Como aseguraba Juan Pablo II, refiriéndose a este pasaje de
Apocalipsis, <ellos completaron con su martirio el testimonio de redención
de Cristo, y al mismo tiempo, están en la base de un mundo nuevo, de una nueva
civilización…>, y como ha advertido
el Papa Francisco, no se trata de personas solamente del pasado de la historia
de la humanidad porque: La persecución de los cristianos no es un hecho que
pertenece al pasado, a los albores del cristianismo. Es una triste realidad de
nuestros días. Más aún, hay más mártires hoy, que en los primeros tiempos de la
Iglesia (Papa Francisco. Misa Matutina en la Capilla de la Domus Sanctae
Marthae; martes 4 de marzo de 2014):
“La vida cristiana no es <una
ventaja comercial>, sino sencillamente es seguir a Jesús. Cuando seguimos a
Jesús, sucede esto. Pensemos si tenemos dentro de nosotros la voluntad de ser
valientes en el testimonio de Jesús…Pesemos también, nos hará bien, en los
numerosos hermanos y hermanas que hoy no pueden rezar juntos porque son
perseguidos, no pueden tener el libro de los Evangelios o una Biblia porque son
perseguidos. Pensemos en estos hermanos y hermanas que no pueden ir a misa
porque está prohibido…Esto sucede hoy. De ahí la invitación: ¿Estoy dispuesto a
llevar la cruz como Jesús, a soportar
persecuciones para dar testimonio de Jesús, como hacen estos hermanos y
hermanas que hoy son humillados y
perseguidos? Este pensamiento nos hará bien a todos”
Muchas veces decimos que sí, que
estamos dispuestos a llevar nuestra cruz tomando ejemplo de Nuestro Señor
Jesucristo, pero que difícil resulta en un ambiente tan secularizado donde el
paganismo lo ocupa todo en nuestra existencia. Debemos pues tomar conciencia de
los consejos de nuestro actual Pontífice,
el Papa Francisco, pesemos en
esos miles de hermanos y hermanas que sufren persecución e incluso martirio en
distintas partes del mundo...
Proclamar el Mensaje de Cristo y
dar testimonio de su sacrificio por la salvación de la humanidad constituyen
los objetivos primordiales de su Iglesia, si no lo hiciéramos así los
católicos, estaríamos adulterando el sentido de la misma y esto lo
comprendieron desde el inicio los primeros cristianos.
Ahí tenemos el primer ejemplo
supremo dado por san Esteban el protomártir, recogido en el libro de los <Hechos
de los apóstoles> de san Lucas. San Esteban fue tomado por los discípulos
del Señor como diácono junto a otro seis para que ayudaran en las tareas de la
comunidad, tanto de forma material como espiritual, ya que ésta iba creciendo a
un buen ritmo y era necesaria sabia nueva, que aportara nuevos ánimos y
consejos a sus componentes.
San Esteban pronto se mostró como
un gran predicador, y por su humildad y ejemplo de vida era, si cabe, más
respetado entre los componentes de la Iglesia primitiva, y ello provocó la
envidia y el recelo de los jefes de los judíos, que le querían provocar con la
idea de acusarle de falsos testimonios y ajusticiarlo.
Al fin esto tuvo lugar, pero
antes le permitieron que diera su versión de los hechos y él lleno del Espíritu
Santo los puso en evidencia, y durante su alegato él les hablaba así (Hch 7, 51-58):
-¡Duros de cerviz e incircuncisos
de corazones y de oídos! Vosotros siempre chocáis contra el Espíritu Santo;
como vuestros padres, también vosotros.
-¿Qué profeta hubo a quien no
persiguiesen vuestros padres? Y mataron a los que de antemano anunciaron el
advenimiento del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis traidores y
asesinos;
-vosotros, que recibisteis la ley
como ordenanzas de ángeles, y no la guardasteis.
-Oyendo estas cosas se partían de
rabia sus corazones y rechinaban sus dientes contra él.
-Más como estuviera lleno del
Espíritu Santo, clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús
de pie a la diestra de Dios,
-y dijo: <He aquí que
contemplo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de
Dios>
-Y gritando a grandes voces, se
taparon los oídos, y se precipitaron todos con un mismo furor contra él;
-y habiéndole sacado a empellones
fuera de la ciudad, le apedreaban. Y los testigos depusieron sus mantos a los
pies de un joven llamado Saulo
Observamos, al repasar estos
versículos del libro de los Hechos, que los que escuchaban el alegato de san Esteban
solo se sublevaron y rabiaron cuando el santo recordó al Hijo del hombre y dijo
ver a Éste y la gloria de Dios. Parece
que les enfureció más que los posibles ultrajes verbales, de Esteban,
hacia sus antepasados, el hecho de escuchar hablar de Cristo y de la gloria de
Dios. Es una situación psicología del odio furibundo de ciertos hombres, contra el amor entrañable de Dios hacia sus
criaturas, fruto sin duda de la acción del maligno.
Como enseñaba el Papa Francisco,
refiriendo a este pasaje del Nuevo Testamento, durante la misa que celebraba en la capilla de Santa Marta el 6
de mayo de 2014:
“Este odio había sido sembrado en
el corazón por el diablo. Es el odio del demonio contra Cristo…Precisamente en
el martirio se ve claramente esta lucha entre Dios y el demonio. Se ve en este
odio.
No era una discusión serena…ser
perseguidos, ser mártires, dar la vida por Jesús es una de las
bienaventuranzas…Tanto que, Jesús no dijo a los suyos: <Pobrecillos si os
suceden estas cosas>. No, Él dijo: <Bienaventurados vosotros cuando os
insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
¡Alegraos!...
El demonio no puede soportar la
santidad de la Iglesia…suscitó odio en el corazón de esas personas, para
perseguir, para insultar, para calumniar. Y así mataron a Esteban, el cual
murió como Jesús, perdonando”
El Papa Benedicto XVI, en el
Ángelus del 26 de diciembre de año 2007 aseguraba que:
“El profundo vínculo que une a
Cristo con su primer mártir, es la caridad divina: el mismo amor que impulsó al
Hijo de Dios a abajarse y hacerse obediente hasta la muerte de cruz, impulsó
después a los apóstoles y a los mártires a dar la vida por el Evangelio.
Conviene poner siempre esta
característica distintiva del martirio cristiano: es exclusivamente un acto de
amor a Dios y a los hombres, incluidos los perseguidores…
¡Cuántos hijos e hijas de la
Iglesia, han seguido este ejemplo! Desde la primera persecución de Jerusalén,
pasando por las de los emperadores romanos, hasta las multitudes de mártires de
nuestros tiempos. En efecto, también hoy, desde diversos lugares del mundo, con
frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos,
religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de
libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles del Evangelio. A veces se sufre y se muere
también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa.
En la encíclica <Spe
salvi>, recordando la experiencia del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin
(que murió en el año 1857), puse de relieve que el sufrimiento se transforma en
alegría mediante la fuerza de la esperanza que brota de la fe”
Extraordinario el ejemplo dado
por este santo varón, presbítero vietnamita, que fue canonizado por el Papa san
Juan Pablo II, junto con otros santos del mismo país, el 19 de junio de 1988.
Sufrió muerte por martirio (decapitación) por ser cristiano y sacerdote en
Vinh-Tri el 6 de abril de 1857.
Como él otros miles y miles de
hombres y mujeres (una multitud como se dice en el Apocalipsis de san Juan) han
dado y siguen dado la vida por Cristo y su Mensaje…
Tal como el Señor advirtió a sus
apóstoles se siguen cumpliendo sus palabras a lo largo de los siglos: “Yo os
envío como ovejas en medio de lobos”
En este sentido, el Papa
Francisco en su Audiencia General del 28 de junio de 2017, mencionada
anteriormente, aseguraba que:
“En los tiempos de dificultad, se debe creer que
Jesús está delante de nosotros, y no cesa de acompañar a sus discípulos. La
persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él:
si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada
la lucha? Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la
esperanza, pensando en haber sido abandonado.
Jesús nos tranquiliza diciendo:
<Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados> (Mt 10, 30).
Como diciendo, que ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más
pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguro
nos protege y en su día donará su recompensa.
Efectivamente, en medio de
nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las artimañas
del maligno, que los entramados oscuros, que quien se lucra con el dolor de los
desamparados…”
Hermosas palabras de nuestro actual Pontífice que ponen en evidencia el amor y la justicia divina presente entre los hombres desde su creación, desde el primer crimen efectuado por (Caín), contra su hermano (Abel), por eso no recaemos en la desesperanza y recordamos qué como diría el Papa Benedicto XVI <la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre> y esto es válido, no solo para el individuo, sino también para la sociedad (Spe Salvi):
“Una sociedad que no logra aceptar
a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el
sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una
sociedad cruel e inhumana…
La capacidad de aceptar el
sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia es
constitutiva de la grandeza de la
humanidad porque, en definitiva, cuando mi bienestar, mi incolumidad, es más
importante que la verdad y la justicia entonces prevalece el dominio del más
fuerte; entonces reinan la violencia y la mentira.
La verdad y la justicia han de
estar por encima de mi comodidad e incolumidad física, de otro modo mi propia
vida se convierte en mentira”
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