El Papa Francisco, en su primera Audiencia general, al recoger el testigo de su venerado Predecesor, aseguró que retomaría la Catequesis sobre la Resurrección de Cristo del <Año de la fe>, propuesta por Benedicto XVI, y efectivamente así lo hizo, con estas palabras:
“La Resurrección de Jesús es el centro
del mensaje cristiano, que resuena desde los comienzos y se ha transmitido para
que llegue hasta nosotros. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: Yo os
trasmití en primer lugar, lo que yo también recibí que <Cristo murió por
nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado al tercer día; y que
se apareció a Cefas y más tarde a los doce>. Esta breve confesión de fe
anuncia precisamente el misterio Pascual; con las primeras apariciones del
Resucitado a Pedro y a los Doce: la Muerte y la Resurrección de Jesús son
precisamente el corazón de nuestra esperanza”
- ¡Alegraros! Ellas se acercaron,
le abrazaron los pies y se postraron ante Él
-Entonces les dijo Jesús: No
temáis: Id, anunciad a mis hermanos que se vayan a Galilea, y allí me verán.
Refiriéndose a este pasaje del Evangelio de San Mateo, Benedicto XVI en su libro <Jesús de Nazaret (2ª Parte) asegura que:
“Así como bajo la Cruz se
encontraban únicamente mujeres <con la excepción del Apóstol San Juan>,
así también el primer encuentro con el Resucitado estaba destinado a ellas. La
Iglesia, en su estructura jurídica, está fundada en Pedro y los Once, pero en
la forma concreta de la vida eclesial son siempre las mujeres las que abren la
puerta al Señor, lo acompañan hasta el pie de la Cruz, y así lo pueden
encontrar también primero como Resucitado…”
Es por esto que la Iglesia no
puede dejar de comprender y apreciar, la
participación crucial de las mujeres en la misión de la evangelización
(Benedicto XVI. <Cuando Dios llama> Ed. Rialp; S.A. 2010):
“Nunca se ponderará
suficientemente, lo mucho que la Iglesia reconoce, aprecia y valora la
participación de las mujeres en su misión de servicio a la difusión del
Evangelio”
La confesión más exigente sobre
los testimonios dados del misterio de la Resurrección de Jesús, se encuentra en
la primera Carta de San Pablo a los Corintios, que él escribió con objeto de
rebatir la negación de <la resurrección de los muertos> por parte de
algunos miémbros de aquella comunidad (I Co 15, 1-8):
-Os recuerdo hermanos, el
Evangelio que os prediqué y que habéis recibido, en el que perseveráis
-y por el que sois salvos, si lo
guardáis tal como yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en vano.
-Os transmití, pues, en primer
lugar, lo que yo mismo recibí, a saber: que Cristo murió por nuestros pecados,
según las Escrituras;
-que fue sepultado, que resucitó
al tercer día, según las Escrituras;
-que se apareció a Pedro y luego
a los Doce;
-después se apareció a más de
quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han
muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los Apóstoles;
-por último, como un aborto, se
me apareció también a mí
Con esta última expresión
humilde, el Apóstol San Pablo, quiere dar a entender metafóricamente lo
inaudito e inesperado de su encuentro con el Señor, en el camino de Damasco,
cuando perseguía a los cristiano para llevarlos ante los tribunales de justicia
de la época. Por eso sigue diciendo en esta misma Carta (I Co 15, 9-11):
-Porque yo soy el menor de los
Apóstoles y no soy digno de llamarme Apóstol porque he perseguido a la Iglesia
de Dios.
-Pero por la gracia de Dios soy
lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he
trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios
conmigo.
-Pues bien, tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis
vosotros.
Como aseguraba el Papa Benedicto
XVI, refiriéndose a estas palabras de San Pablo (Jesús de Nazaret 2ª parte
2011):
“Los Doce siguen siendo la piedra
fundamental de la Iglesia, a la cual siempre se remite. Por otra parte se
subraya el encargo especial de Pedro, que le fue confiado primero en Cesárea de
Filipo (Lc 5, 11), y confirmado después
en el Cenáculo (Lc 22, 32). Un cargo que lo ha introducido, por decirlo
así, en la estructura eucarística de la Iglesia. Ahora después de la
Resurrección, el Señor se manifiesta a él, antes que a los Doce, y con ello se
renueva una vez más la misión única.
Si, el ser de los cristianos
significa esencialmente la fe en el Resucitado, el papel particular del
testimonio de Pedro es una confirmación del cometido que se le ha confiado de
ser la roca sobre la que se construye la Iglesia”
Finalmente, recordemos una vez
más que Jesucristo después de su Resurrección pronunció, de nuevo, la excelsa frase:
¡No tengáis miedo! Misiva inapelable del Señor, para todos los cristianos y
también ¿por qué no? para todos aquellos hombres de buena voluntad que buscan
la autentica Verdad…
En cambio estas palabras de Jesús
no pueden estar dirigidas a su Madre, la Virgen María, y esto es así <porque
fuerte en su fe, Ella no tuvo miedo>, como nos recordaba el Papa San Juan
Pablo II.
El modo en que María participa en
la victoria de Cristo es según este
Pontífice la que él mismo escuchó en boca del cardenal August Hlond, el
cual al morir dijo:
<La victoria, si llega, llegará por medio
de María>.
Este Papa recordaba en su libro <Cruzando el umbral
de la esperanza>, que <durante su ministerio pastoral en Polonia, fue
testigo del modo en que aquellas palabras se iban realizando>:
“Mientras entraba en los
problemas de la Iglesia universal, al ser elegido Papa, llevaba en mí, una
convicción semejante: que también en esta dimensión universal, si llegaba la
victoria, sería alcanzada por María.
Cristo vencerá por medio de Ella,
porque El quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en
el mundo futuro estén unidas a Ella”
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